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Campo: mejoran las prácticas agrícolas con la certificación de producción responsable

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La demanda global de soja se ha incrementado notablemente en los últimos años. Tanto la Argentina como otros países de la región cumplen un papel fundamental en la provisión de este cultivo. Sin embargo, la producción en escala debe realizarse en un marco de responsabilidad, sin comprometer el presente ni el futuro del medioambiente ni de la sociedad en la que vivimos.

En línea con esta forma de hacer negocios, Garruchos Agropecuaria, empresa dedicada al agronegocio y a la producción de carne, leche y granos, obtuvo la certificación de productor responsable con el estándar CRS (Certified Responsible Soya) para sus campos agrícolas San Francisco, La Magdalena y San Jerónimo, ubicados en las provincias de Córdoba y Buenos Aires. Esta certificación voluntaria asegura la responsabilidad del productor de soja a lo largo de todo el ciclo del cultivo con el medio ambiente y la comunidad.

“Apuntamos a trabajar en línea con el triple impacto, gestionando responsablemente los indicadores ambientales, sociales y económicos. De esta manera, certificar la producción de nuestros campos agrícolas era un paso estratégico clave, el camino a seguir para poder contar con un estándar internacional que respalde el trabajo que hacemos como equipo. Por otra parte, cada vez son más los mercados que están pidiendo que las compañías asuman el compromiso de mejorar continuamente sus maneras de producir”, señaló Toia Rudderforth, jefa de Medio Ambiente y Auditoría de Garruchos Agropecuaria.

La certificación CRS fue desarrollada por la compañía holandesa Cefetra, que abastece de materias primas agrícolas a la industria alimentaria y de combustibles desde hace más de 120 años. El principal objetivo de esta certificación es garantizar cadenas de suministro gestionadas responsablemente y orientadas a la mejora continua. El estándar contempla el cumplimiento y la implementación de 7 principios que cubren una amplia lista de indicadores vinculados con el medio ambiente, la producción y la comunidad. Estos son la trazabilidad, el cumplimiento legal, las condiciones laborales, el derecho sobre la tierra, la responsabilidad ambiental, la responsabilidad social y las buenas prácticas agrícolas.

“Cualquier proceso de certificación implica la generación de protocolos, políticas, procesos, planillas y, a su vez, demanda una transformación cultural que puede ser lo más desafiante. Durante este proceso de relevamiento se hicieron mejoras en los campos, inversiones en infraestructura y en capacitaciones, tanto para el equipo de Garruchos como para contratistas”, agregó Rudderforth.

El proyecto demandó de un gran trabajo en equipo, que requirió de la integración de todas las áreas de la compañía y que llevó varios meses de trabajo: se hizo una preauditoria e, inversiones de por medio, a los 6 meses se implementaron todos los requerimientos necesarios para certificarse como productores responsables, lo que significó además un cambio cultural dentro de la compañía.

“Establecimos un diálogo mucho más fluido con la comunidad, como nuestros vecinos, contratistas o clientes. De estas conversaciones surgen nuevas ideas, proyectos en conjunto y soluciones que impactan, no solo en nuestra producción, sino que sirven a otras personas. De esta forma, la idea de producir responsablemente se siembra en la mente de otras personas multiplicando el impacto exponencialmente. Por el momento seguiremos trabajando en algunos puntos de mejora y en varios proyectos particulares que nos propusimos, ligados a la comunidad, la biodiversidad y la medición de la huella de carbono“, concluyó.


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