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Científicos estudian el comportamiento de la “compra por pánico” durante la pandemia

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Con el coronavirus y la enfermedad COVID-19 que genera, extendiéndose y la incertidumbre ganando terreno, en numerosas comunidades se empezaron a registrar hechos de desabastecimiento producto del temor a la escasez, concomitante con el cierre por aislamiento obligado en cientos de plantas fabriles que, utópicamente, podrían representar desabastecimiento.

Especialistas del Instituto de Salud Mental de Singapur y de la Universidad de Barcelona publicaron un documento que relevó experiencias en este sentido. “Se han documentado en todo mundo miedos y ansiedad, depresión, pérdida, culpa, irritabilidad, sensación de aislamiento y estigmatización”, indicaron.

Un fenómeno reciente que destacan en su análisis y que se observó en la pandemia actual de COVID-19 en varios países fue la “compra panicosa”, que no se vio con tanta frecuencia en brotes anteriores. En Singapur, la compra de pánico y el vaciado de los estantes (especialmente alimentos y suministros cotidanos, como papel higiénico) en los supermercados se produjo brevemente cuando el nivel de alerta nacional se elevó a la condición del sistema de respuesta a brotes de enfermedades naranja de amarillo. El Dorscon es un marco codificado por colores que permite a todo el gobierno responder de inmediato a cualquier brote y que refleja la situación actual de la enfermedad en el extranjero, la transmisibilidad de la enfermedad, la probabilidad de llegada local y el impacto que puede tener en la comunidad de Singapur.

Por lo tanto, el color naranja actual significa que la enfermedad es grave, fácilmente transmisible de persona a persona, pero no se ha propagado ampliamente y todavía está al alcance de la contención. Otro ataque de pánico ocurrió cuando la Organización Mundial de la Salud anunció el COVID-19 como una pandemia el 11 de marzo pasado. Se observaron comportamientos similares en todo el mundo, incluidos Japón, Australia, Italia, España, Reino Unido y EEUU.

Hubo disparos de hasta un 40 % de incremento en días puntuales en los supermercados de Nueva Zelanda comparados con la misma jornada del año anterior. Cifras impactantes se registraron en Malasia donde la venta de alcohol en gel creció durante un mes al ritmo del 800% semanal. “La base de este comportamiento es la emoción de miedo -indica la psicóloga del Colegio Oficial de Psicológos de Madrid, Timanfaya Hernández-. Se desata ante situaciones de descontrol, real o imaginario.”

“Abastecerse de alimentos y otros suministros ayuda a las personas a sentir que tienen cierto nivel de control sobre los eventos que suceden o van a suceder -explica David A. Savage, profesor de Economía del Comportamiento en la Newcastle Business School-. Cuanta mayor sea la amenaza percibida, más fuerte será la reacción. En esta etapa, se cree que el virus tiene un período de incubación de hasta 14 días, por lo que las personas quieren estar preparadas para al menos 14 días de aislamiento”.

Viralización del pánico

A las pocas semanas de la aparición de la nueva enfermedad en China, circularon por todo el mundo rumores engañosos y teorías de conspiración sobre el origen junto con el miedo, el racismo y la compra masiva de máscaras faciales, todos estrechamente vinculados a la nueva ‘infomedia’ típica de ecosistemas del siglo XXI marcados por las redes sociales. Una particularidad sorprendente de esta crisis es la coincidencia de virología y viralidad: no solo el virus en sí se propagó muy rápidamente, sino también la información —y la desinformación— sobre el brote y, por lo tanto, el pánico que generó entre el público.

El pánico en las redes sociales viajó más rápido que la propagación del COVID-19. De muchas maneras, podríamos identificar aquí un principio metonímico, donde las imágenes directamente relacionadas con la crisis del epicentro físico (las imágenes arcaicas de cuarentena y confinamiento) a menudo se asociaban a lugares y personas relacionadas con esta imaginería arcaica: restaurantes chinos, turistas chinos, productos de Asia, etc., lo que genera una desconfianza generalizada y un estallido de racismo.

Hay varias explicaciones posibles para un comportamiento tan observado. Primero, podría ser una manifestación de un conflicto subyacente entre el deseo de mantener rutinas regulares versus la incertidumbre de la duración de la pandemia que limita el acceso a las necesidades diarias, lo que conduce a la ansiedad y la compra de pánico para aliviar el conflicto.

En segundo lugar, para las personas, según sostiene el estudio, es una forma de afrontar una situación insatisfecha estresante (con noticias constantes de un número creciente de personas infectadas y muertes en todo el mundo) en la que la supervivencia de uno y la de la comunidad están en juego durante los cierres de países. La respuesta para afrontar estos momentos es entonces un acto de preservación de uno mismo y de la familia cuando los alimentos y los suministros diarios están completamente abastecidos, incluso por un breve período de tiempo.

En tercer lugar, podría ser una reacción en respuesta a una pérdida de control sobre el futuro y presiones sociales para adaptarse a comportamientos similares. El aumento exponencial de las redes sociales y la conectividad digital desde los brotes anteriores de la pandemia de SARS/MERS, H1N1 alimenta la propagación y el contagio de tales respuestas psicológicas.

“Las formas de mejorar esa compra de pánico implicarían una conciencia de nuestra propia vulnerabilidad y respuesta a las amenazas, aprovechando el potencial de Internet, teléfonos inteligentes y plataformas digitales para transmitir hechos verificables y contrarrestar las noticias falsas sobre COVID-19, asegurar la adecuación de los suministros diarios y promover apoyo psicológico y social positivo durante esta pandemia”, explica Eduard Vieta, uno de los especialistas a cargo del informe, perteneciente a la Universidad de Barcelona.

El apoyo psicológico a los más vulnerables, para hacer frente al pánico y el confinamiento, también se puede brindar a través de plataformas de salud móvil.

Fuente: Infobae


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