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Estudió en Harvard y regresó al país por una promesa que hizo a Favaloro

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Daniel Ricart tenía 10 años cuando supo que, pese a tener enormes dificultades en la escuela, era superdotado. “Estaba en sexto grado y todo lo que me enseñaban en clase me parecía tremendamente aburrido”, recuerda. Se distraía mucho y, entre otras cosas, no entendía para qué servía memorizar las tablas de multiplicar. Todo esto derivó en malos resultados y también, por qué no, un poco de rebeldía.

Le gusta hablar de su infancia. El padre de Daniel era relojero y su madre trabajaba en la pollería que habían montado en el frente de la casa. Vendían huevos y pollos que la familia criaba en una quinta que tenían en Carmen de Areco. Los clientes iban a la casa, elegían cuál querían y lo entregaban eviscerado. Ninguno de sus padres cursó la escuela secundaria.

“Éramos una familia humilde, de clase media baja, pero nunca tuve privaciones. Vivíamos en una casa sencilla que mi mamá se ocupaba de blanquear con cal para que no hubiera vinchucas, que era la preocupación del momento. Al principio el suelo era de tierra y después fuimos construyendo con cemento. Me acuerdo que mi papá siempre decía: ‘Una cosa es ser pobre y otra ser sucio’. La casa estaba impecable. Comíamos muy bien porque mi abuelo tenía una quinta en Villa Ballester y tomábamos de ahí los vegetales. Mi papá, que apenas terminó la primaria, amaba leer. Le hubiese encantado estudiar, pero tuvo que salir a trabajar a los doce años. Pero él me inculcó el amor por la lectura”, cuenta.

-A sus 10 años le hicieron un test de IQ (coeficiente intelectual) que arrojó el resultado de 175. ¿Qué significa eso?

-El coeficiente es tu edad mental dividido tu edad cronológica. Por eso, el número cambia a medida que vas creciendo. Lo normal es 100. Cuando me hicieron el primer test, tenía 10 y mi inteligencia en algunas áreas daba como si tuviera 17 y medio. Entonces, el resultado de IQ fue 175.

-¿Cuál fue la reacción de su familia cuando supieron que era superdotado?

-Lo tomaron como algo natural. Mi hermana tiene otras habilidades, en las que yo soy un inútil como las manualidades, el arte, la decoración.

-Dicen que los chicos con alto potencial se obsesionan con algunos temas. ¿Qué lo atraía?

-Yo estaba mucho con el tema de la física, la astronomía, la matemática, me gustaba Albert Einstein… todo eso me obsesionaba, pero en el colegio me iba pésimo.

-¿Cómo era su relación con sus compañeros de clase?

-Era buena. De hecho, al día de hoy me sigo encontrando. Lo que pasa que no coincidíamos con los intereses: mientras que ellos estaban con el fútbol o las figuritas, yo quería un telescopio y soñaba con estudiar en el Instituto Balseiro. No sufrí el bullying, pero sí en muchos programas me dejaban de lado. Cuando jugábamos al fútbol me mandaban al arco… todavía hoy juego de arquero.

A los 10 años descubrieron que el coeficiente intelectual de Daniel Ricart era de 175
A los 10 años descubrieron que el coeficiente intelectual de Daniel Ricart era de 175

La metamorfosis

Alrededor del 3 por ciento de la población argentina son superdotados. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, existen al menos 250.000 chicos con altas capacidades intelectuales. Daniel dice que hay dos formas de reconocerlos. Están aquellos que llaman la atención por su brillantez, aunque no es lo más común. Y también están, como lo era él, aquellos que son callados, que no se destacan ni llaman la atención, pero por dentro “están madurado lo que va estallar” en algún momento de la escolaridad. “Hay chicos que son muy precoces, que aprenden a leer a los dos o tres años, y otros en los que la chispa se despierta en el segundo o tercer año del secundario, que fue lo que me pasó a mí”, dice.

-¿Cómo fue ese “chispazo”, en su caso?

-En segundo año del secundario empecé a sentirme más cómodo, animado a participar en la clase, extrovertido para explicarle a una compañera que me gustaba algo que ella no entendía… Al mismo tiempo, tuve un desarrollo físico importante y jugaba al básquet federado. Me sentía más seguro.

Universidad en tiempo récord

Daniel terminó el secundario e, inspirado por un profesor de Contabilidad, resolvió estudiar Ciencias Económicas en la UBA. Se recibió en tiempo récord: “La hice en un año y diez meses, que es el récord histórico mundial de una Universidad Nacional. Eran 39 materias. La mitad las cursé de manera regular y al resto iba de oyente. Después las rendí libre. A los 20 años tenía mi diploma”, dice.

El caso de Daniel llamó la atención de las autoridades de la universidad y el rector propuso entregarle la distinción “Joven Sobresaliente de la Argentina”, un reconocimiento que en aquel tiempo entregaba el presidente de la Nación.

Daniel Ricart recibió el premio de Joven Sobresaliente de la Argentina, entregado por el entonces presidente Carlos Saúl Menem
Daniel Ricart recibió el premio de Joven Sobresaliente de la Argentina, entregado por el entonces presidente Carlos Saúl Menem

“Recibí el premio de las manos de Carlos Menem. De ahí me llamaron del programa de Mariano Grondona y Bernardo Neustadt, también Mirtha Legrand y Susana Giménez. Me presentaban como joven sobresaliente. Todavía no trabajaba, seguía ayudando a mis padres en la pollería. Por una nota que salió en la última página del diario LA NACION, me llamó Favaloro”, cuenta.

Favaloro y una lección millonaria

“¡Cuando le cuente a papá no lo va a poder creer!”, fue lo primero que pensó luego de cortar la llamada. Además de ser una eminencia en Medicina, René Favaloro era venerado en la familia de Daniel porque había salvado la vida de una tía que sufría problemas del corazón.

Favaloro recibió a Daniel en una modesta oficina y luego de un seco apretón de manos, leyó su currículum sin decir palabra. Después de unos minutos rompió el silencio.

Favaloro: -Académicamente tiene un currículum impresionante, pero quisiera saber cuáles fueron los últimos tres libros que leyó.

Daniel: -Bueno, leí “Las riquezas de las Nacio…”

Favaloro: -(interrumpe) No, no me interesa que detalle libros de Economía, su especialidad. Me refiero a libros humanistas. Vea, mi amigo, la formación humanista es muy importante en la gente bien educada como usted. La Argentina no funciona mal porque falta educación en las clases dirigentes: lo que falta es humanismo, actitud moral. Tenemos muy buenos economistas, el problema es que saben mucho de costos financieros, pero no de costos sociales.

Favaloro le preguntó qué pensaba hacer con su vida. Quería saber si, a raíz de su experiencia en la escuela, lo entusiasmaba desarrollar algún proyecto educativo para chicos con las mismas características. Superdotados. Recuerda Ricart: “Le respondí que me parecía un buen desafío, pero que no contaba con las posibilidades económicas para hacerlo. Entonces, él propuso ayudarme… siempre y cuando yo estuviese dispuesto a viajar al exterior para capacitarme y después volver, como hizo él, para realizar un proyecto en el país. ‘Tenés que volver y aplicar todo lo que aprendiste en la Argentina’, insistió. Le dije que sí y enseguida me contactó con algunos empresarios, en su mayoría de la provincia de Mendoza, y me fui a Harvard.

-¿Por qué Harvard?

-Porque ahí estaba Howard Gardner, un psicólogo que en los 80 se hizo muy conocido por la teoría de las inteligencias múltiples. Según Gardner, todos tenemos ocho tipo de inteligencias y que no necesariamente todos desarrollamos las ocho por igual. Era una de las grandes teorías de ese momento, como el pensamiento lateral y la inteligencia emocional. Pero nada de eso, que este psicólogo postulaba, se había trabajado en la escuela. Nadie lo había bajado a un aula con un método de aprendizaje. Fue ahí donde empecé a trabajar en un proyecto educativo para capacitar docentes y luego crear un colegio donde esto se pudiera aplicar.

Daniel Ricart junto a su familia cuando recibió el premio de Joven Sobresaliente
Daniel Ricart junto a su familia cuando recibió el premio de Joven Sobresaliente

Algo que Daniel no olvida de su paso por Harvard es el valor de la diversidad en la educación. “En Harvard los asientos eran triples y yo, que estaba becado, me sentaba junto con una chica hija de un campesino de Colombia y la princesa de Liechtenstein. Siempre me quedé con esa imagen. Diferentes religiones y clases sociales”, dice.

Favaloro: -Mire, Ricart, antes de abrirle esta puerta quiero que me prometa por su honor dos cosas. La primera es que cuando sea un exitoso profesional en el exterior no se deje tentar por las dulzuras de la sociedad del Norte, que intentará acaramelar su porvenir con tal de retenerlo, como hacen los sajones con todos nuestros jóvenes talentosos. Que vaya a estudiar y aprender me parece bien. Yo lo he hecho durante 10 años de mi vida. Pero después hay que volver a trabajar por la Argentina, que lo necesitará mucho más que los estadounidenses y los europeos.

Daniel: -Sí doctor, muy claro. ¿Y la segunda condición?

Favaloro: -Vea, usted es muy jovencito y todavía no ha viajado mucho, seguramente ni siquiera conoce el interior del país. La Argentina ha estado siempre fraccionada en dos pedazos. La sociedad porteña, aristócrata y desinhibida, soberbia y unitaria, donde están las mayores riquezas. Y el interior, dejado de la mano de Dios y de la mano de nuestros gobernantes… si usted consigue ser alguien importante y su labor es valiosa, me gustaría que la realice en el ámbito de una fundación sin fines de lucro y tenga algún centro en alguna provincia de frontera, y que también ayude a los más necesitados.

-El doctor fue categórico con sus condiciones ¿Qué sucedió cuando terminó sus estudios en Harvard?

-Fue en el ‘94. Tuve una propuesta millonaria de Arthur Andersen para hacer finanzas, inversiones y auditorías. Y ahí tuve un encontronazo con el doctor y con mi padre porque no sabía qué hacer. Por un lado, estaba la oferta de la consultora y por otro regresar al país para capacitar a los docentes en materia educativa.

Ricart se emociona al recordar su pasado y la lección que el doctor René Favaloro le dio en el inicio de su carrera
Ricart se emociona al recordar su pasado y la lección que el doctor René Favaloro le dio en el inicio de su carreraRicardo Pristupluk – La Nacion

-¿Y cómo se resolvió la disyuntiva entre volver al país y quedarse en el exterior?

-El doctor Favaloro me dijo: “Volvamos seis años para atrás, ibas a capacitarte y luego volver, no te ibas a meter en política y tu palabra tenía el mismo valor que un contrato escrito”. Básicamente, me pidió que recordara cómo llegué hasta ahí. Pero lo que más me hizo torcer el brazo fue que yo ya me había comprometido con un intendente de Malargüe, Mendoza, para ir a trabajar a una de las escuelas y allá me estaban esperando como a Jesucristo porque aparte les había prometido ir con juguetes y libros. Favaloro me dijo: “Si fallás a tu palabra conmigo obviamente que me vas a decepcionar, pero no pasa nada, yo ya soy grande y estoy acostumbrado; pero lo que me duele mucho es que les falles a los pobres chicos”. Yo tenía 23 años… y ahí me reventó. No podía no volver. Me sentía perdido. Me sentía como Maradona, vos nacés en un ámbito y después conocés el estrellato en un país desarrollado, ves el poder del dinero y te dicen “no flaco, vos sos de acá”.

Daniel Ricart finalmente volvió al país. Hoy cuenta, entre risas, que cumplir su palabra le costó una fortuna: “Si me quedaba en Estados Unidos, tenía la posibilidad concreta de acceder a un trabajo por el que pagaban 1.200.000 al año”, precisa.

Actualmente Daniel es Presidente de la Fundación Ricart, una asociación civil sin fines de lucro propietaria de la cadena de colegios Norbridge, que utilizan para la enseñanza el método de casos de la Universidad de Harvard y el trabajo por proyectos de la Universidad de Cambridge
Actualmente Daniel es Presidente de la Fundación Ricart, una asociación civil sin fines de lucro propietaria de la cadena de colegios Norbridge, que utilizan para la enseñanza el método de casos de la Universidad de Harvard y el trabajo por proyectos de la Universidad de CambridgeRicardo Pristupluk – La Nacion

Cumplió su palabra. Primero creó la Fundación Ricart, una asociación civil sin fines de lucro, que tiene como objetivo optimizar la calidad educativa en todo el país. En un principio, siguió trabajando como contador para sostener el proyecto. Después fundó el Colegio Norbridge, para alumnos de alto potencial intelectual, que hoy tiene tres sedes: Saavedra (CABA), Mendoza y Pilar. La sede de Mendoza, por un acuerdo con la UNESCO, fue el primer colegio de la región observatorio de bullying.

“La escuela funciona como cualquier otra pero tiene un gabinete para chicos talentosos. Como yo vengo de una clase social desfavorecida, lo primero que hice, y en esto me ayudó mucho el doctor Favaloro, fue que todos pudieran acceder. En el colegio de Pilar se cumplió mi sueño de tener a un chico que es hijo de una empleada doméstica, pero que es campeón argentino de las olimpíadas de matemáticas, compartiendo el banco con el hijo de un presidente de un laboratorio multinacional. Eso para mí fue el sumun”. señala.

La educación en el país

-¿Cuáles son los problemas que a usted lo alarman de la escuela actual?

-La escuela hoy funciona como un hospital donde todos los médicos son clínicos. Entrás en un colegio con un chico que está en tercer grado y les decís: ‘tengo un hijo con alto coeficiente’ y lo mandan a tercero con la señorita Lucy. Llega otro con un niño que es disléxico pero brillante en matemáticas y ‘vaya a tercero con la señorita Lucy’. Luego otro que le cuesta matemáticas ¡y también va a tercero con la señorita Lucy! La escuela es igual para todos y tiende a nivelar naturalmente hacia abajo. Por eso presentamos en el Congreso de la provincia de Buenos Aires la ‘ley Benjamín’, que toma el nombre de un chico que está en segundo grado pero por lo que sabe debería estar en sexto y el colegio no le permite saltar de grado. La mamá tuvo que recurrir a la justicia para que lo dejen pasar a ese grado.

Daniel se casó hace 22 años con Silvana Bach y juntos tuvieron a Maria de las Mercedes, Maria Valentina, Maria Sol y el menor de la familia Alejandro
Daniel se casó hace 22 años con Silvana Bach y juntos tuvieron a Maria de las Mercedes, Maria Valentina, Maria Sol y el menor de la familia Alejandro

-Al mismo tiempo, es evidente que un chico de 7 años tiene un desarrollo físico y emocional muy distinto al de un chico de 11.

-Es cierto. Y es un problema. En realidad, la ley Benjamín que habilita a que el chico pueda pasar de grado es un parche porque si bien el nene va a estar mejor, porque no se va a aburrir y por eso va a dejar de portarse mal y va a estar más motivado, lógicamente tiene una discrepancia importante con los intereses, la parte emocional y el desarrollo.

-¿El contexto influye para que un chico sea superdotado?

-De las muchas cosas que aprendí en las escuelas rurales es que si vivís en un lugar apartado, donde no hay televisión ni tenés acceso a los juguetes sino que te los tenés que construir vos mismo, el desarrollo de la creatividad es mucho mayor que el que vive en San Isidro y su abuela le regala la play.

-Para finalizar, Daniel: ¿tener un desarrollo intelectual superior garantiza un mejor futuro?

-No, absolutamente no. Es lo mismo que en el deporte: ¿cualquier chico puede ir a jugar a exterior? No, no cualquiera. Algunos tienen miedo, a otros nadie los descubrió… Hay muchísimos factores que pueden cercenar tu potencial.

La Fundación Ricart participa con carácter permanente de las reuniones de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York y París para establecer políticas globales para mejorar la educación para el año 2030, mediante el programa de Objetivos de Desarrollo Sustentable (SDG por sus siglas en inglés) de la ONU.
La Fundación Ricart participa con carácter permanente de las reuniones de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York y París para establecer políticas globales para mejorar la educación para el año 2030, mediante el programa de Objetivos de Desarrollo Sustentable (SDG por sus siglas en inglés) de la ONU.Facebook
Daniel Ricart en su oficina del colegio, en el barrio de Saavedra
Daniel Ricart en su oficina del colegio, en el barrio de SaavedraRicardo Pristupluk – La Nacion

Por Constanza Bengochea

La Nación


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