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Vacaciones: Cinco playas patagónicas y solitarias ideales para este verano

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El mar es una postal soñada, lo es aún más cuando se completa con una playa solitaria, apartada de pueblos, rodeada de espacios agrestes y vírgenes, con poca o nula presencia humana. La Patagonia es tierra de silencios y maravillas naturales, rincones solo conocidos por baqueanos y aventureros donde el mar y la naturaleza se presentan en su estado puro.

El litoral marino patagónico se compone de más de 4000 kilómetros de costas, algunas inaccesibles, y otras solo por mar y algunos precarios caminos terrestres a las que se llega con vehículo todo terreno y con precisas indicaciones de lugareños. La vastedad y sus arcanas ubicaciones ayudan a preservarlas. Las costas patagónicas nacen en la desembocadura del Río Colorado al sur de la provincia de Buenos Aires y se pierden en las oscuras y gélidas aguas del fin del mundo en la isla de Tierra del Fuego.

La naturaleza se ha afincado en este litoral, la diversidad de especies que lo eligen para vivir y reproducirse lo convierten en un lugar único en cuanto a preservación, su dilatado territorio, con rincones aún inexplorados, aseguran un hábitat ideal y refugio para las ballenas francas australes, pingüinos magallánicos, lobos marinos y una infinita diversidad de aves.

También, las costas en su región septentrional, son favorecidas por corrientes cálidas provenientes de Brasil que completan la postal idílica. Serenamente las olas bañan playas solitarias que atraen a algunos amantes del silencio y la contemplación. Río Negro y Chubut se disputan las mejores playas del país. Y por qué no, del mundo.

Bahía Creek

El pequeño pueblo tiene una población particular. Pescadores, bohemios amantes del mar y la vida natural, y penitentes que han conocido el lugar y no han podido abandonarlo. Tiene magia. Solo seis habitantes estables permanecen allí todo el año. Es un puñado de casas que se presentan en un acantilado. Todas tienen vista a un mar que devuelve un azul profundo. La playa tiene aguas cristalinas y tibias, alrededor de 20 grados.

Se llega por la escénica ruta costera 1, que se apoya en los acantilados. El pueblo tiene una proveeduría donde se consigue lo básico. Mucho no se necesita. Los pescadores suelen ofrecer sus presas frescas, la dieta la consigna el mar. La frecuentan turistas del sur de la provincia de Buenos Aires y de la propia Río Negro. La playa es de arena, conchillas y piedras de colores. El viento es quien domina el diseño de las olas, a veces suaves y de un color esmeraldino y otras el Golfo San Matías ofrece una quietud reflexiva.

Existen hospedajes. Se debe olvidar la recepción telefónica, e internet es un bien preciado. No hay luz eléctrica, la energía es producida por paneles solares y generadores. A solo 15 kilómetros está el Faro Belén, donde se desarrolla una solitaria urbanización frente al mar.

Punta Mejillón

“Si buscás tranquilidad, este es el lugar indicado”, afirma Leandro Hernández, director de Turismo de la Municipalidad de San Antonio Oeste. Es una de las perlas de la constelación de playas perfectas rionegrinas. Está a 80 kilómetros de San Antonio Oeste, por el camino de ripio que bordea, en lontananza, la costa del Golfo San Matías. El lugar fue conocido como Pozo Solado, haciendo referencia a un bien que es escaso: el agua. La que se consigue es salobre, y no apta para consumo. La provincia entrega agua potable para los diez habitantes que tienen su morada en este precioso pueblo en donde sus propietarios no pueden hacer mejoras a sus viviendas porque desde 1984 funciona la Reserva Provincial Caleta de los Loros.

Un guardaparque es custodio de estas playas extremadamente solitarias. “Es un lugar virgen”, asegura Hernández. En los altos acantilados nidifican miles de aves, alguna de ellas, migratorias. Lobos marinos de un solo pelo eligen esta playa de aguas transparentes. Un camping básico es la única posibilidad de hospedaje. El contacto con la naturaleza es directo, sin intermediarios, no hay servicios. La señal telefónica o Internet, son quimeras, nada mejor para la desconexión. Cuando baja la marea, los visitantes se acercan a las restingas para sorprender a los pulpitos y mejillones, la dieta ideal. Las aguas son tibias, y la playa tiene una suave pendiente. Un único problema castiga a los anacoretas que eligen vivir aquí: los médanos vivos que tragan las casas.

Punta Perdices

“Todos quieren venir a esta playa. Es única”, afirma Hernández. A 75 kilómetros de San Antonio Oeste, pero solo a 7 km en línea recta por el mar, esa distancia la vuelve un lugar deseado. Lejos del bullicio de Las Grutas, la gran playa patagónica. “Es una postal: en vez de arena tiene conchillas blancas, y el mar, turquesa”, asegura el funcionario. La imagen remite a alguna playa paradisíaca del trópico. La llaman “la playa caribeña de la Patagonia”.

Se presenta en la punta de la península Villarino, al bajar la marea deja piletas naturales con aguas híper cristalinas, con una temperatura de 22 grados. “Te podés ver los pies, es un espectáculo inolvidable”. Con suave oleaje, es ideal para el descanso. Sus seguidores la conocen de boca en boca. El rumor asegura que es la mejor playa de la Patagonia.

“Tuvimos que ordenar un poco el acceso, los motorhome ya no pueden entrar”, afirma Hernández. En el paraíso, el orden es fundamental. Caminar es obligatorio. Cada paso produce el crujido de las conchillas, lo que sumado al relajante tañido de la las olas acariciando la costa y la brisa fresca, producen un efecto sedativo. No hay servicios aquí, a menos de 5 kilómetros está el Parador Serena, que ofrece gastronomía directa del mar. La experiencia es sublime. Aquí también se alquilan kayaks y salidas en barco.

Playa Canteras

“Es la mejor playa”, afirma Marcos Grosso, el director de Turismo de Puerto Madryn. Fue elegida por TripAdvisor (sitio especializado en viajes y destinos mundiales) como una de las 25 playas más bellas del mundo. A solo 15 kilómetros de Madryn (se accede por camino de ripio), es una playa “absolutamente salvaje”, no hay paradores ni servicios. La invitación es a entrar en sintonía con una playa de canto rodado, típica de la Patagonia, con la Península Valdés enfrente y las aguas transparentes del Golfo Nuevo, es una pequeña bahía.

“Tenemos muchas playas, algunas muy concurridas, pero los que eligen Canteras, buscan el silencio y la tranquilidad”, confiesa Grosso. Una particularidad la vuelve perfecta, por la forma de su geografía marina, tiene una pendiente profunda, cuando sube la marea, de junio a noviembre, es el sitio elegido donde las ballenas interrelacionan con sus crías. “Se las puede ver a pocos metros de la costa, es el mejor escenario del mundo para ver este espectáculo natural”, asegura Grosso.

Sin viento, la playa remite a la imagen de una inmensa pileta de agua salada. No existe alrededor ninguna edificación ni parador. Se alienta a preservarla de esta manera. Los miles de usuarios de TripAdvisor que la votaron como una de las más lindas del mundo, la resumieron de esta manera: salvaje y natural. “Es única”, completa Grosso, quien además recomienda dos más cerca de Madryn: El Doradillo y Playa Paraná.

Bahía Bustamante

The New York Times rebautizó esta playa como una “una nueva opción (privada) a las Islas Galápagos”. Agreste, solitaria, salvaje y natural, es una de las playas más sofisticadas y vírgenes de la Patagonia con una diversidad única. Tiene una historia increíble: en la década del 50, llegó en un jeep el pionero, el español Lorenzo Soriano con una visión: recolectar las algas que crecen en esta costa. Fundó un campamento que luego provocó la germinación de un caserío, el único alguero del mundo. Hace 15 años su nieto, Matías Soriano, tomó la posta del emprendimiento, pero sumando un proyecto de conservación de fauna marina y una opción de alojamiento de naturaleza.

“Gracias a esas algas, a las curvas accidentadas y protegidas de la costa, a sus arenas ricas en biodiversidad, Bahía Bustamante es un auténtico santuario de vida marina”, afirma Astrid Perkins, casada con Matías y enamorada del lugar. Ambos viven en este privilegiado solar. Tienen un lodge que es apreciado por quienes aceptan disfrutar de esta recoleta playa respetando la naturaleza, el ser humano aquí es un invitado.

Dependiendo de la marea y los vientos, la costa ofrece playas de arena blanca y aguas esmeraldas y se producen algunas piletas naturales. Los que la visiten deben considerar que es un espacio natural virgen y que se espera la menor intervención del hombre. “Es el área elegida para nidificar de 13 de las 17 aves marinas que se crían en la costa Argentina, y zona de descanso y alimentación de muchas especies migratorias”, afirma Perkins. Es también un AICA (Area de Importancia de Conservación de Aves), es Reserva de la Biosfera por UNESCO y es parte del primer Parque Nacional Marino del país, el parque “Patagonia Austral”.

LA NACION


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